4/5/08

Un artigo interesante:

lectura.jpgLeer y animar a leer: retos a la pasión


Xosé A. Neira Cruz
Escritor y editor


Cuestiones elementales a tener en cuenta y que se nos olvidan a menudo.


1. Leer no es fácil. Todos lo sabemos, sabemos que la lectura requiere un esfuerzo, una concentración y una dedicación que otros medios, otras formas de ocio, no exigen. Ya que luego, desterremos de nuestra lenguaje referencias a la facilidad de la práctica lectora. Porque leer es fácil para muy pocos, para los menos. Vayamos con la verdad por delante y aceptemos que la mayoría de nuestros interlocutores leer no les atrae. Digámosles que leer, a pesar de ese esfuerzo, merece la pena, y demostrémosles por qué.


2. Leer es una excepción cultural. Cuando menos entre nosotros, así lo debemos tener en cuenta. Antes de ponerse a leer, cada ciudadano gallego hace muchas otras cosas y, si le queda tiempo -cosa que no suele ocurrir- abre un libro. Lo cual tampoco significa que lo vaya a leer. Ya que no podemos luchar contra eso -o al menos no parece fácil hacerlo- permitámosle que así lo haga. Démosle por buena esa supuesta práctica lectora. Y descubrámosle, pongamos a su alcance, libros que se pueden abrir sin necesidad de que tengan que ser leídos. Libros de imagen, álbumes ilustrados (de los que, por cierto, contamos actualmente en gallego con ediciones de calidad probada y premiada a nivel estatal e internacional), textos desplegables, posters literarios, barajas de poemas o juegos con referentes en obras y escritores (y ahí está, para demostrárnoslo, la magnífica campaña de lectura "Hora de Leer", recientemente presentada y diseñada por la Asesoría de Bibliotecas Escolares de la Dirección General de Ordenación e Innovación Educativa de la Xunta de Galicia).


3. Leer  no es organizar actividades paralectoras. Sean bienvenidos los cuentacuentos, las dramatizaciones de textos, las visitas de autores y autoras, las firmas de libros... pero que no se acaben convirtiendo en substitutivo de la lectura. No vaya a ser que nuestros lectores acaben prefiriendo ser animados a leer más que ser lectores.


4. Leer, a pesar de todo, es necesario y sigue formando parte de nuestra práctica diaria. Mismo se puede decir que nunca como en la actualidad nuestros jóvenes escribieron y leyeron tantos correos electrónicos, chats, mensajes telefónicos o blogs. Perdámosle miedo a esas herramientas populares y accesibles para llenarlas de contenidos valiosos. Las convirtamos en nuestras aliadas y, para eso, aprendamos a entenderlas y utilizarlas.


5. Leer no está de moda, no forma parte de las dinámicas de consumo defendidas desde programas de televisión de audiencias millonarias, por personajes de prestigio o por líderes sociales. Aceptemos que ser culto ya no é un valor en esta sociedad que apeó a la cultura de los pilares prioritarios, en aras del éxito económico, a poder ser fulgurante, o de la fama ganada a cualquier coste, y convirtamos nuestra condición de minoría en elemento de exotismo diferencial. Ser exóticos consiste en tener mensaje oculta, en tener algo que decir, en ofrecer misterio. El misterio sigue a ser un punto valorado en la bolsa cambiante de nuestros valores y prácticas sociales.


 6. Leer puede ser prescindible pero los seres humanos seguimos sin poder prescindir de la necesidad de que nos cuenten buenas historias. Aprovechemos esa necesidad para proclamar la existencia de una buena historia, en formato libro, capaz de hechizar a cada quién. Divulguemos el hecho de que hay un libro hecho a la medida de nuestras necesidades. Que cada uno de nosotros tenemos por lo menos un libro que nos va hechizar. Se trata, entonces, de encontrar ese libro.


7. Leer no implica la obligación de terminar un libro que no gusta. Animemos a cerrar y abandonar los libros que se caen de las manos, de la misma forma que animamos a encontrar los buenos libros que se devoran sin necesidad de estrategias de apoyo.


8. Leer es una práctica que, como todas, necesita un tiempo y un espacio. Creemos tiempos en las repletas agendas de actividades diarias y propongamos espacios alternativos para la lectura. Espacios a los que llegar sea fácil, que formen parte de los itinerarios diarios, que resulten cómodos y acogedores, en los que, ante todo, uno se encuentre bien.


9. Leer y animar a leer es responsabilidad de todos. Corresponsabilicemos al tejido social en el esfuerzo de hablar del libro y de la lectura. Contemos con los creadores y dinamizadores culturales, sí, pero no olvidemos a los lectores y lectoras que, a pesar de todos los atrancos, siguen estando ahí: despachando pan en una panadería, poniendo cafés en un bar, dirigiendo el tráfico en una plaza... Propongámosles a nuestros lectores escogidos hablar de un libro a los demás, y hagamos que hablar de libros sea algo cotidiano, frecuente, accesible, no sólo cosa de maestros y escritores. Porque hay un libro para cada lector y cada lector pode hablar de un libro.


10. Leer es una práctica que habitualmente se hereda. Existen los lectores espontáneos, pero en la biografía de casi todo buen lector apareció en un momento dado una persona para la cual los libros eran fundamentales. Invitar a formar parte del círculo de los iniciados y demostrar que merece la pena formar parte de ese círculo mueve resortes internos a favor de la lectura. Siempre y cuando las razones esgrimidas sean sinceras y las emociones, ciertas.


 11. Leer y animar a leer implica pasión. E implica obviamente leer. Si no leemos difícilmente podremos animar a leer. Si no nos apasiona la lectura, difícilmente lograremos apasionar a los demás. Sólo el que siente la pasión, apasiona. La pasión, a pesar de todas las modas en contra, sigue contando con muchos adeptos/as. He aquí el desafío. Formular retos, como si se nos fuese la vida en ello, y hacer lo posible por llegar a la meta fijada, es fundamental en esta lucha del libro y de la lectura. Porque efectivamente una parte de nuestra vida, la que se lee, se cuenta, se escribe y se sueña, se nos puede ir con el libro que no se lee, con la lectura inexistente.  

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